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Durante la Cumbre Perú Sostenible 2025, el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) reafirmó lo que en el sector turístico y ambiental ya se intuía: la Reserva Nacional de Paracas (RNP) se ha convertido en un referente de gestión sostenible, donde la conservación de los ecosistemas marinos y costeros avanza de la mano con la generación de empleo y bienestar económico.

Con más de 335.000 hectáreas, de las cuales el 65 % corresponde a zona marina, la reserva no solo protege un ecosistema único, sino que también dinamiza la economía de la región Ica.

En palabras de su jefe, Fernando Quiroz Jiménez, “el 99,9 % de la población de Paracas está activa en el sector turismo”, una cifra que refleja cómo la biodiversidad, correctamente gestionada, puede convertirse en una fuente real de desarrollo.

Naturaleza y economía: una alianza posible

El modelo de Paracas combina tres factores que rara vez se articulan con éxito en América Latina: conservación ambiental, productividad local y gobernanza público-privada. Dentro de la reserva, el turismo responsable y la pesca artesanal generan ingresos sostenidos para más de 2.000 familias locales.

El destino, que incluye las Islas Ballestas, recibió más de medio millón de visitantes en el último año, consolidándose como el segundo punto turístico más visitado del Perú, después de Machu Picchu.

Esta afluencia, gestionada con criterios de sostenibilidad, demuestra que la conservación no está reñida con la rentabilidad.

Desde experiencias ecoturísticas hasta actividades de interpretación ambiental, Paracas se ha posicionado como un laboratorio de innovación natural donde la comunidad, el Estado y el sector privado colaboran en un mismo objetivo: transformar la naturaleza en motor de bienestar.

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Inversión sostenible: el nuevo horizonte

Durante la cumbre, el Sernanp presentó las Cinco Rutas de Inversión Sostenible, una hoja de ruta que busca atraer capital privado hacia proyectos que vinculen conservación e impacto social. Estas incluyen mecanismos como la Ruta Bioeconómica, las Contribuciones Ecosistémicas o las Obras por Impuestos aplicadas a áreas protegidas.

Este enfoque redefine el rol del sector ambiental: ya no como un gasto o restricción, sino como un espacio de oportunidad económica, donde los ecosistemas generan valor financiero, social y reputacional. La experiencia de Paracas prueba que invertir en naturaleza es rentable cuando existe una gestión eficiente, participación ciudadana y visión de largo plazo.

Hacia un modelo país

El caso de la Reserva Nacional de Paracas plantea una lección clara para el Perú: las áreas naturales protegidas pueden y deben ser motores del desarrollo sostenible nacional. Replicar este modelo en regiones como Madre de Dios, Loreto o Áncash permitiría diversificar la oferta turística, descentralizar el crecimiento y fortalecer la resiliencia de las comunidades frente al cambio climático.

La sostenibilidad, más que un concepto ambiental, es hoy una estrategia económica de Estado. En un país con más de 80 ecosistemas y una de las biodiversidades más amplias del planeta, el turismo sostenible emerge como una herramienta concreta para equilibrar progreso, conservación y competitividad internacional.

La experiencia de Paracas lo demuestra con hechos: invertir en naturaleza es invertir en el futuro del Perú.

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