La reciente participación del Perú en la Segunda Semana Internacional del Patrimonio Cultural Inmaterial de Pekín (17 al 21 de octubre) trasciende lo meramente cultural. Es, en esencia, una muestra de diplomacia turística: una estrategia de posicionamiento global que fortalece la imagen del país como un destino diverso, auténtico y culturalmente sofisticado.
El evento, organizado por el Ministerio de Cultura y Turismo de China y el Gobierno Municipal de Pekín, congregó a más de 40 países. En este escenario, el stand peruano liderado por la Embajada del Perú en China destacó por la calidad técnica y simbólica de sus más de 50 telares tradicionales cusqueños, tejidos con técnicas ancestrales transmitidas por generaciones.
El arte textil como activo económico del turismo
El interés que despertaron las piezas expuestas, elaboradas por tejedoras de comunidades como Q’ero, Patacancha y Huilloc, no solo refleja la admiración internacional por el arte andino; también evidencia el valor económico del patrimonio cultural inmaterial.
Cada muestra artesanal, cada demostración de tejido en vivo, es un testimonio de la capacidad del Perú para convertir su herencia en una fuente de ingresos sostenibles y de atracción turística.
Las tejedoras cusqueñas como la Sra. Florentina Quispe Laucata y la antropóloga Shyntia Verónica Castañeda Yapura personifican una tendencia global: la economía creativa como motor de desarrollo.
En un contexto donde los viajeros internacionales buscan experiencias genuinas y éticas, el Perú tiene en su cultura viva una ventaja competitiva que pocos países pueden ofrecer.
De la promoción cultural al flujo turístico
Participar en plataformas internacionales como esta no solo fortalece la diplomacia cultural del país, sino que también estimula el turismo receptivo. Las demostraciones de arte textil, los libros especializados y la visibilidad del legado andino en ferias de alto nivel generan curiosidad e inspiración en potenciales visitantes.
El resultado es un círculo virtuoso: la cultura promueve viajes y el turismo bien gestionado refuerza la conservación cultural. De hecho, destinos como Cusco, Arequipa o Puno han comprobado que el visitante extranjero interesado en el arte tradicional suele extender su estadía, aumentar su gasto promedio y demandar experiencias que conecten con la autenticidad local.
Así, el impacto de eventos como el de Pekín va más allá de la exhibición simbólica: son inversiones en reputación del país y en desarrollo turístico sostenible.
Una ventana global hacia el Perú
Mientras la competencia por captar turistas internacionales se intensifica, el Perú puede —y debe— usar su patrimonio cultural inmaterial como herramienta de diferenciación. La proyección internacional de su arte textil, su gastronomía y su diversidad cultural consolida una imagen de destino que combina historia, naturaleza y creatividad contemporánea.
Para quienes deseen conocer más de esta riqueza viva, el país ofrece múltiples circuitos que integran experiencias culturales, naturaleza y patrimonio en un solo viaje.
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En un mundo donde los viajeros valoran tanto el propósito como la experiencia, el turismo cultural se posiciona como una política económica con efectos tangibles: genera empleo, descentraliza oportunidades y preserva la identidad.
Convertir estos logros culturales en estrategias sostenibles de turismo receptivo no solo reforzará la economía peruana, sino que consolidará al país como un referente regional en innovación cultural y desarrollo responsable.